Este día es memorable en los anales del Perú,
a causa de la entrada del general San Martín en esta capital.
Luego de
intensas negociaciones con el general José
de la Serna, que había reemplazado al virrey
Pezuela, fracasaron las distintas posiciones para que se reconociera la
independencia de Perú, por lo que el 12
de julio de 1821 se produjo la gloriosa entrada del libertador san Martín a Lima.
Al ingresar
a la ciudad rechazando todo tipo de homenajes y solemnidades, dio a conocer sus
propósitos: “Mi intención es dar al
pueblo los medios de proclamar su independencia y establecer el gobierno que le
convenga, hecho esto consideraría terminada mi misión y me retiraré”.
Una vez más
el Libertador de América dejaba en
claro cuáles eran sus banderas. La última etapa de su Plan Continental estaba
cerca, y San Martín sabía que su
destino dependía en gran parte de la actitud que tomara el vencedor de Carabobo
y libertador de los pueblos del Norte, general Simón Bolívar.
El 12 de julio de 1821. Este día es
memorable en los anales del Perú, a causa de la entrada del general San Martín en esta capital.
Cualesquiera sean los cambios que ocurran en los destinos de aquel país, su
libertad ha de establecerse; y jamás se olvidará que el primer impulso se debió
enteramente al genio de San Martín,
quien proyectó y realizó la empresa que estimuló a los peruanos para pensar y
actuar por sí mismos.
En vez de
venir con pompa oficial, como tenía derecho a hacerlo, esperó obscureciese para
entrar a caballo y sin escolta, acompañado por un simple ayudante. En realidad,
fue contrario a su intención primitiva entrar en la ciudad este día, pues
estaba fatigado y deseaba ir tranquilamente a descansar en una quinta situada a
legua y media de distancia, para entrar a la mañana siguiente al venir el día.
(…)
En vez de ir
directamente a palacio, San Martín
fue a casa del marqués de Montemira, que se hallaba en su camino y,
conociéndose al momento su venida, se llenaron pronto casa, patio y calle. (…)
El Cabildo,
reunido apresuradamente, entró en seguida, y como muchos de ellos eran nativos
del lugar y liberales, apenas podían ocultar su emoción y mantener la majestad
apropiada para tan grave corporación, cuando llegaban por primera vez a
presencia de su libertador.
Viejos,
viejas y mujeres jóvenes, pronto se agruparon en torno de él; para cada uno
tuvo una palabra bondadosa y apropiada, siempre yendo más allá de lo que
esperaba cada persona que a él se dirigía. Durante esta escena estuve bastante
cerca para observarlo atentamente; pero no pude distinguir, ya sea en sus
maneras o expresiones, la mínima afectación; nada había de arrogante o
preparado, nada que pareciera referirse a sí mismo; no pude siquiera descubrir
el menor signo de una sonrisa de satisfacción.
Pero su
modo, al mismo tiempo, era lo contrario de frío, pues estaba suficientemente
animado, aunque su satisfacción parecía ser causada solamente por el placer
reflejo de los otros. Mientras estaba observándole así, me reconoció, y
atrayéndome hacia él, me abrazó a estilo español.
Di lugar a
una bella joven, que, con grandes esfuerzos, había atravesado la multitud. Se
arrojó en los brazos del general y allí se mantuvo durante un buen medio
minuto, sin poder proferir otra cosa que: -“¡Oh,
mi general, mi general!”.
Luego
intentó separarse; pero San Martín,
que había sido sorprendido por su entusiasmo y belleza, la apartó atrás, gentil
y respetuosamente, e inclinando su cabeza un poco a su lado, dijo, sonriendo,
que debía permitírsele demostrar su grato sentimiento de tan buena voluntad con
un beso cariñoso. Esto desconcertó completamente a la sonrojada beldad, que,
dando vuelta, buscó apoyo en el brazo de un oficial que estaba cerca del
general, quien le preguntó si ahora estaba contenta: —”¡Contenta, exclamó: oh, señor!”.
Basilio Hall,
En San Martín Visto por sus Contemporáneos
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LA OBRA DEL PROTECTOR EN PERÚ:
Sobre la
acción gubernativa que desarrolló San Martín en el Perú, trascribimos algunos
párrafos de A. J. Pérez Amuchástegui,
tomados de su obra Ideología y Acción de
San Martín, (EUDEBA, 1966):
… “San
Martín había asumido la misión de sustantivar la idea de Provincias Unidas en Sudamérica
emergente del acta de Tucumán. Y estaba dispuesto a lograr su objeto malogrado
las escisiones, los localismos y los intereses partidistas. Para él no había
más partido que el «americano», ni más objetivo político que la unificación
nacional de Sudamérica independiente.
Todo lo
demás era accesorio y secundario, incluso la forma de gobierno, que habría de
resolverse sobre la marcha, aprovechando las facilidades y coyunturas que se
presentaren. Como ha demostrado Somoza, San Martín entendía que la solución era
monárquico-constitucional, pero aceptaría y apoyaría con las armas la república
si ésa era la auténtica voluntad multitudinaria.
Lo que urgía
era organizar a Hispanoamérica libre como una entidad unívoca, capaz de
ejercitar con dignidad y posibilidades económicas positivas la soberanía que
los ejércitos libertadores habían reconquistado para el pueblo, esa multitud
heterogénea que comparte necesidades y esperanzas, coadyuvando con su esfuerzo
y su trabajo al logro de la común felicidad.
Esa idea
rige la acción libertadora de San Martín, y subyace en toda su obra gubernativa
como Protector del Perú, cargo que asumió el 3 de agosto de 1821, con el objeto
esencial de obtener «fraternidad y unión a los demás pueblos libres de la
América, para que prevalezca en ellos la libertad y el orden». Tan cuidadoso,
tan preciso, tan correcto fue San Martín en su acción gubernativa que, pese a
detentar el poder absoluto, promulgó y juró de inmediato un estatuto
provisional que autolimitó sus atribuciones.
Se propuso y
logró «poner a los pueblos en el ejercicio
moderado de sus derechos», exigiendo de todos los esfuerzos tendientes a salvar
la patria de la tiranía: ya tendrían tiempo, a su hora, de consagrarse a «las
bellas teorías» en asambleas populares y colegios electorales. La obra
protectoral fue intensa y admirable.
Como
administrador, San Martín fue
ejemplo de probidad y corrección, apuntalando un país a cuyas arcas fiscales,
según ha señalado Macera, ingresaban semestralmente (1822) poco más de un
millón y medio de pesos, que tenía gastos de guerra por un 75 por ciento de esa
suma y que sin embargo dejaba un superávit de 35.383 pesos, gracias a la
reducción radical de la burocracia, la depuración de la moneda y otros
arbitrios financieros, la explotación racional de los bienes mostrencos, la
eliminación del contrabando y la supresión del infame tributo indígena.
La educación
pública preocupó hondamente a San Martín,
y prueba de ello es su entusiasmo por la aplicación del sistema lancasteriano.
La biblioteca de Lima es testigo de sus inquietudes por la extensión cultural,
como también su decreto sobre libertad de imprenta y su protección a los
monumentos arqueológicos.
El problema
del nativo indígena y del esclavo, como ocurrió en toda la América hispana, fue
resuelto por San Martin declarando la ciudadanía natural de los indios y la
libertad de vientres; además, dispuso que, como homenaje a la toma de Lima,
todos los años el Estado se haría cargo de liberar 25 esclavos.
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La
ciudadanía fue preocupación constante del Protector, como que de allí saldría
el plasma humano que forjaría la nacionalidad; además de una reglamentación
general, expidió San Martín el 26 de marzo de 1822 un decreto
específico que habla a las claras de sus propósitos hispanoamericanos, pues
concedía lisa y llanamente la ciudadanía peruana a todo americano residente en
cualquier país de la América Meridional”…
Fuente: www.historiaybiografias.com
Foto de portada: Óleo “Entrada
de San Martin a Lima” – José Alcántara La Torre (1893-1978)
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