Este artículo es un tributo especial a las mujeres, madres, compañeras,
hermanas, que, a pesar de ser generadoras de vida, dejaron su sangre y sus
lágrimas en la lucha contra la opresión y las injusticias humanas.
Es improrrogable reconocer la valiosa participación de la mujer en la lucha
por la recuperación del Tawantinsuyu
o en el largo y complejo proceso de la independencia del Perú. Lamentablemente, este hecho no ha sido suficientemente valorado
por la historia.
Muchas de ellas fueron madres que sucumbieron en la defensa de sus tierras,
que lucharon contra la usurpación y el despojo imperial. Ofrendaron sus vidas
en la lucha por su derecho a la libertad. Son mujeres que a pesar de ser madres
con mucho heroísmo resistieron a la invasión bárbara europea, en su propósito
sublime perecieron con valor y dignidad.
Las modelos de madre
ejemplar
En la Grecia hace 2,400 años Platón
y Aristóteles consideraban que las
mujeres tenían el mismo status social que los esclavos, sostenían que "el destino de las mujeres era dar
hijos al Estado desde los veinte a los cuarenta años". Filon de Alejandría (25 a .C.)
distinguía entre el intelecto -masculino- y la sensación -femenina-. "Las mujeres griegas se encargaban del
tejido, de la casa y de los hijos". Con el advenimiento del
cristianismo- es la única religión en el mundo- que señala a la mujer como la
causa del pecado terrenal y es por culpa de Eva la mujer debe parir con dolor a
los hijos. Fray Luis de León en 1581
escribe la Perfecta Casada donde señalaba que la madre cristiana perfecta es
aquella que se dedica a tiempo completo a los quehaceres del hogar, al cuidado
de su esposo y sus hijos.
De seguro que hubieron y los hay madres extraordinarias dentro de aquellos
modelos que guiaron y guían el comportamiento de las mujeres. Pero hubo madres que tuvieron que salirse de
esos modelos sea porque se sintieron forzadas por la opresión y la tiranía o
por su vocación nata de servir a sus semenjantes.
Homenaje a las madres
que lucharon contra de la invasión hispana
Este artículo es un tributo especial a las madres que a pesar de ser
generadoras de vida, dejaron su sangre y sus lágrimas en la lucha contra la
opresión y las injusticias humanas.
A las madres que sucumbieron en la defensa de sus tierras, que lucharon
contra la usurpación y despojo imperial. En la lucha por su derecho de vivir en
libertad.
La América está abonada
con sudor, sangre y lágrimas indígenas o mestizas que de seguro cuando la
oscuridad de la noche termine renacerá la alegría para todos y florecerá la
verdadera libertad. Y más tarde que nunca las heroínas que se
atrevieron a retar a la brutalidad de los invasores, ocuparán su mansión para
siempre en el lugar donde moraban sus dioses.
A ellas:
Anacaona
Primera heroína, noble princesa indígena Anacaona ("Flor de oro")
de Santo Domingo, quien fue la esposa del Cacique
Caonabó, que protestó contra el gobernador Nicolás de Ovando por su terribles abusos. Esto provocó la ira del
gobernador y, para demostrar su superioridad, apresó a Anacaona, la sentenció a muerte y la ejecutó en la orca. Así es
como se inicia el heroísmo en América.
Kura Oqllo (1536)
Kura Oqllo ayudó a su esposo Manco Inka Yupanqui a llevar a cabo el plan de reconquista del Tawantinsuyu con un gran ejército. Ella se encargó de iniciar el bloqueo de la ciudad del Cusco desde la
fortaleza de Saccsaywuaman. Kura Oqllo y Manco Inka, no sólo se enfrentaron a españoles, sino también a los
ejércitos comandados por sus propios parientes que pactaron con los españoles
traicionando a su estirpe, a su historia y a su raza. Tuvieron que huir hacia
Yucay, y Hernando Pizarro, por
venganza, ordenó matar a muchas mujeres que también lucharon por la
reconquista. Kura Oqllo fue
capturada y conducida al Cusco, donde Francisco Pizarro ordenó matarla a flechazos. Esta
mujer fue una de las primeras heroínas que murió con valor por intentar recuperar
su nación, mostró dignidad, patriotismo, coraje y amor a su tierra y su raza.
Mama Asarpay (1536)
Como otra de las mujeres que luchó en la época incaica, tenemos a Mama Asarpay, hija de Wayna Qhapaq. Esta mujer tuvo acceso al
palacio de Francisco Pizarro, porque
la mujer de este era hermana de Mama
Asarpay. Ella espió los planes de
defensa de los españoles y de inmediato lo comunicó con las huestes de Kisu
Yupanqui. Al concluir su misión retornó a Cajamarca donde fue tomada prisionera
y fue conducida a Lima, donde Francisco
Pizarro le dio muerte.
María Kusi Warkay (1544)
María Kusi Warkay, hermana de Titu Kusi Yupanqui
y esposa de Sayri Túpac, fue una
valiente mujer. Esta mujer le aconsejó a su hermano que no cediera territorio a
los españoles, sin embargo él no le hizo caso, y las predicciones de María Kusi se cumplieron: el Inca murió
asesinado junto con su padre.
Guacolda (1557)
La duda que siempre queda, y esto debido al enfoque androcéntrico de la
historia que ha ocultado y minimizado la acción de las mujeres, es si Guacolda acompañó y luchó junto a Lautaro solo porque era su hombre o -en
cambio- lo acompañó porque, en cierta manera la defensa de su territorio y la
expulsión de los invasores era una misión compartida por todo el pueblo
mapuche, incluidas las mujeres. Esto
último es lo más probable, ya que hay otras mujeres que dan cuenta de una
determinación libertaria y luchadora, como Tila y Fresia.
La participación de las mujeres en el proceso de independencia
El grito libertario en el Perú siempre encontró en las mujeres a sus más
grandes colaboradoras. Y en ese sino sufrieron las situaciones más adversas:
persecución, cárcel, exilio y muerte.
Ana de Tarma (1742)
En el año 1742 para aplacar la revolución de Juan Santos Atahualpa, el Virrey
José Antonio de Mendoza Caamaño y Sotomayor, dispuso en un primer intento,
que los gobernadores de la frontera de Jauja y Tarma, Benito Troncoso y Pedro
Milla, repriman la rebelión. Los sublevados, conscientes de su inferioridad
y de que su punto fuerte era la lucha guerrillera, se internaron en la selva.
Entre los muchos héroes y heroínas que sobresalieron, hubo una que se
distinguió de las demás, una mujer llamada Ana, a quien, Benito Troncoso, la había nombrado doña Ana de Tarma, la “zamba”, para distinguirla mejor.
Ocurrió que, liderando a
52 mujeres casadas y dos viudas, esta valiente mujer enfrentó a los españoles
en los combates del Río de La Sal (cerca a lo
que hoy es Villa Rica) y de Nijándaris,
donde luchó junto con sus compañeras, con un brío sin igual, hasta derrotarlos.
Los historiadores regionales la llamarían Ana
la Guerrillera.
Un segundo intento, por parte del Virrey, también acabó en desastre cuando
un fuerte construido en Quimiri (hoy La Merced) fue asaltado y saqueado,
resultando muertos todos los españoles.
Ante ello, el rey de España nombró al virrey José Antonio Manso de Velasco, quien envió nuevas incursiones bajo
la comandancia del Gral. José de Llamas
Marqués de Mena Hermosa, a quien Juan Santos logró eludir. Los insurrectos
consiguieron extender su movimiento y tomar varias localidades; sin embargo,
hacia el año 1756, se desintegró la rebelión, sin que se volviera a saber nada
de Juan Santos ni de la guerrillera Ana de Tarma.
María Gregoria (1750)
María Gregoria con su esposo Francisco Inka se
lanzaron al ataque contra los españoles por los abusos que estos habían
cometido. Ante todos estos hechos el virrey Conde de Superunda envió a un grupo de españoles para acabar con
esa conspiración y en esta nueva cruel batalla murieron con valor hombres y
mujeres que buscaban la justicia y la libertad. María Gregoria fue interrogada para conocer los planes y nombres de
los conspiradores, pero no lograron su objetivo, ya que María prefirió el
martirio a la traición.
Juana Moreno (1777)
Juana Moreno estuvo dispuesta a enfrentarse contra los abusos y excesos de los
encomenderos que vendían productos inútiles a los indígenas. En la provincia de
Huamalíes, Juana Moreno ayudó
aprovisionando armamento para hacerle frente al teniente corregidor General don
Domingo de la Cajiga, quien hizo su
ingreso al pueblo de Llata a fines de julio de 1777, cuya misión era el cobro
de nuevos tributos a los indígenas. Los indígenas rodearon la casa donde se
alojaba el jefe de las Milicias y fue Juana
Moreno quien acabó con la vida del teniente corregidor al grito de “muerte a los tiranos”. La rebelión fue
sofocada por las tropas realistas por lo que fue enjuiciada y sentenciada a muerte, aunque, finalmente,
terminó recluida en la cárcel Real de Lima (1777).
Micaela Bastidas
Puyuqawua (1781)
Esposa de José Gabriel Túpac Amaru II, precursora de la independencia Americana, constituye imagen
cimera de la mujer peruana.
El 18 de mayo de 1781, Cusco fue
testigo de la ejecución de esta heroína de 37 años de edad, ajusticiada en la
plaza Mayor o Waqaypata (plaza de los lamentos) a manos del invasor español.
Generala, intuitiva, organizadora, conductora. Era el cerebro de Túpac Amaru II. La mujer que lo guía,
lo alienta, y a veces lo recrimina; la madre de extraordinarios hijos.
En una carta Micaela dice a su marido: "Chepe
mío, estás perdiendo el tiempo; hasta cuando me vas a llenar de pesadumbres;
por qué te equivocas, o por qué no marchas al Cusco".
Error estratégico que le costó la vida a Túpac Amaru y la ansiada libertad a América.
Micaela Bastidas fue ejecutada antes que José
Gabriel Condorcanqui. La noble y valerosa mujer subió al tablado de la muerte orgullosa y altiva, con rostro
desafiante, Sus verdugos trataron inicialmente de arrancarle la lengua pero
opuso tal resistencia que solo lo pudieron hacer después que estuvo muerta.
Sometida a la pena del garrote, padeció infinitamente, pues por tener el
cuello sumamente delgado el torno del metal no logro ahorcarla, entonces le fue
aplicado un lazo alrededor del cuello, tirando de él dos españoles hasta
ahogarla, a la vez que le aplicaban puntapiés en el vientre y en los senos
Así terminó sus días esta heroína ejemplo de amor y entrega a la tierra que
la vio nacer.
Tomasa Tito Condemayta
(1781)
Cacica de Acos y Acomayo, provincia de Quispicanchis, departamento del
Cusco.
Mujer heroína que luchó en la defensa de su pueblo que estaba sumido en la
explotación humana y la opresión española. Esta Mujer veía las injusticias que
cada familia o ayllu padecía porque sus miembros varones eran llevados rumbo a
los obrajes de Potosí de donde difícilmente podían salir vivos. De cada cinco
hombres salía uno con vida, ya niños eran anotados en sus inventarios de la
muerte por españoles que necesitaban indígenas que escarbaran en estas minas
oscuras o para que acuñaran monedas de plata y oro para el envío a España y
este pueda convertirse en imperio. Esta mujer no dudó un instante en luchar
junto a Túpac Amaru II en la Gesta
Emancipadora del primer Grito de revolución en toda América.
Muere ajusticiada por los españoles, según Acta de ajusticiamiento,
Documento Histórico de 1781 sobre el proceso, juzgamiento y sentencia a José Gabriel Túpac Amaru y otros
Mártires y Precursores de la Independencia Americana y la revolución emancipadora
que encabezaron. La ejecución de la cacica de Acos fue el día viernes 18 de Mayo de 1781. Su cuerpo fue descuartizado
y su cabeza fue enviado a la plaza de Acos.
Marcela Castro (1781)
Marcela Castro fue acusada de alentar el alzamiento Tupacamarista en Marcapata y de no
haber delatado a los que intervinieron en él. Por esto, se le aplicó feroz
sentencia de ser arrastrada a la cola de una bestia, llevando soga de esparto
al cuello, siendo así conducida por las calles para que sea objeto de burla, luego
fue descuartizada y su cabeza fue puesta en el camino que sale para San
Sebastián, un brazo en el pueblo de Sicuani, otro en el puente de Orcos, una
pierna en Pampamarca, otra en Ocongate y el resto del cuerpo quemado en una
hoguera en la plaza, y sus cenizas fueron arrojadas al aire. Esto provocó más
la ira y el rechazo de la gente hacia las tropas realistas.
Bartolina Sisa (1781)
Bartolina Sisa y su esposo Julián Túpac Katari,
batallaron contra el ejército realista. Ella
fue jefa de batallones indígenas donde demostró gran responsabilidad y
capacidad de organización, logrando armar un batallón de guerrilleros
indígenas y también grupos de mujeres colaboradoras de la resistencia en los
diferentes pueblos del alto Perú. Sus hazañas y arrojó está representada en el
Sitio de La Paz y Sorata en donde tomó parte activa ordenando represar el río
que pasa por la ciudad para provocar una inundación que debía romper los
puentes y aislar a la población, pero este plan fracasó puesto que el general
realista, Segurola, recibió ayuda de cinco mil hombres que destruyeron los
planes de los rebeldes. Tiempo después, Bartolina Sisa fue capturada, torturada y cruelmente asesinada.
Gregoria Apaza (1781)
Gregoria Apaza, la llamaban "La Virreina",
luchó al lado de los hermanos Katari en coordinación con el plan revolucionario
de Túpac Amaru. Su acción al lado de
las guerrilleras fue activa y su labor fue decisiva en el aprovisionamiento de
las rebeldes. Fue hecha prisionera junto con Bartolina Sisa y fue condenada por el Oidor Diez de Medina de la misma forma cruel con que ejecutó a su cuñada.
Sus miembros despedazados fueron enviados a diferentes lugares, su cabeza
puesta en una picota y el resto de su cuerpo quemado y sus cenizas fueron
arrojadas al viento.
Cecilia Túpac Amaru
(1781)
Cecilia Túpac Amaru, aunque fue esposa del español Pedro
Mendigure, era consciente del mal trato a los indígenas y mestizos, lo que
avivó su anhelo de conseguir un cambio de sistema de vida para los suyos y por
ello se dedicó a organizar la despensa de víveres y el fondo económico que
servirían para el sostenimiento de la revolución. Cecilia, a pesar de su
aspecto débil, no delató a ninguno de los partidarios del movimiento sin importarle
los suplicios. Ella formó parte en los preparativos bélicos del Cerro Piccho al
lado de Túpac Amaru, cuando en una
forma inexplicable se realizó la retirada a Tinta. Sofocada la revolución, ella
fue hecha prisionera y condenada a una cruel sentencia, debía sufrir doscientos
azotes dados por las calles públicas del Cusco y luego el destierro al convento
de las Recogidas de México.
Manuela Tito Condori
(1781)
Manuela Tito Condori colaboró con Túpac Amaru. Había
nacido en Pitumarca, lugar perteneciente a la zona de Canchis; ella alentó en
todo instante a las huestes del levantamiento iniciado por Túpac Amaru y Micaela
Bastidas. Fracasada la revolución, Manuela
Tito Condori fue cruelmente condenada a perpetuo destierro y debía estar
reservado su destino al virrey Agustín
de Jáuregui; el encargado de hacer cumplir esta sentencia fue don Benito de la Mata Linares, el 17 de
julio de 1783. El destierro al cual marchaba esta valerosa mujer indígena se
debía cumplir integrando una caravana que partió a pie del Cusco hasta el
Callao.
Margarita Condori (1783)
Margarita Condori apoya con dinero y provisiones a las guerrillas de Diego Túpac Amaru. Natural de Tungasuca, que pertenece a Tinta.
Murió por causa del frío y cansancio al integrar la "Caravana de la Muerte-los 40 años". Su último destino
sería Andahuaylas donde el padre Francisco
Javier Alfaro, de la Iglesia San Pedro, le otorgó los sacramentos y la
enterró el 14 de octubre de 1783.
Simona Josefa Mansaneda
Patriota paceña. Simona Josefa Mansaneda,
llamada "La Cereza", surgió
de las clases populares. Se distinguió
por poner todos sus esfuerzos, su entusiasmo y sus posibilidades económicas al
servicio de la rebelión de Pumacahua, interviniendo con ayuda económica y
personal en el combate o la toma de la ciudad de La Paz. Ella se encargaba de
arengar con entusiastas frases y con temeraria audacia al pueblo paceño para
que se uniera a las tropas libertadores del Cusco. Producida la derrota de los
Altos de La Paz, Simona fue objeto de despiadados castigos, los cuales recibió
sin queja alguna, con mucho coraje y con el pensamiento vivo en la futura
libertad de su pueblo. Simona soportó los atroces castigos y murió dejando un
precioso ejemplo de coraje y sacrificio.
Ventura Ccallamaqui
Ventura Ccallamaqui, con un gran fervor patriótico arengaba
a la gente para que salieran a combatir con los patriotas. En medio de
gritos y gran bullicio, Ventura con otras mujeres solicitaban sumarse a la
columna de Béjar y Hurtado que avanzaban triunfante hacia Huamanga. La heroína
exigía apoyo para la Rebelión del Cusco, la que iba a traerles la libertad e
igualdad. En medio de gritos desaforados se enfrentó al capitán español José Vicente de la Moya. Fue así que,
tras tres siglos de opresión, se escuchó el primer grito de rebeldía en
Huamanga, cuando cientos de valerosas mujeres huamanguinas reclamaron su derecho a la libertad y a la
justicia. Gracias a Ccallamaqui, las tropas de los patriotas entraron
triunfantes a Huamanga el 20 de
septiembre de 1814.
Rosa Campuzano
Rosa Campuzano nació en Guayaquil (Ecuador) pero residió en Lima. Ella cooperó brindando
sus salones para las reuniones vinculadas con los círculos secretos de la
conspiración. Su capacidad intelectual, posición económica y relaciones sociales,
le permitieron ayudar a San Martín
en la lucha para afianzar la independencia del Perú. Rosa difundió las cartas
que San Martín enviaba a los
criollos instándolos a incorporarse a abandonar dicha causa e invitándolos a
incorporarse a la verdadera causa: la libertad de América. Estuvo entre las
mujeres que lograron que el batallón realista "Numancia" pasará a formar parte de la legión patriótica.
Fue premiada por el general San Martín
con la banda de seda por los servicios prestados a la patria. Junto con
ella actuaron Gertrudis Coello. Carmen
Noriega, Francisca Quiroga y Carmen
Guzmán.
Las heroínas Toledo
El heroico acontecimiento que hace ilustre al pueblo de Concepción en la
historia de nuestra independencia se debe a ellas. Juana Toledo y sus hijas Teresa
y Ana concibieron un atrevido
proyecto con los y las habitantes de los campos vecinos y todas las armas que
pudieron encontrar para oponerse al paso de los españoles. Las Toledo corrieron
inmediatamente a la cabeza del puente con algunos de los suyos y cortaron las
amarras con las herramientas que tenían preparadas al ver que unos Húsares
trataban de atravesarlo. Esta operación fue realizada con presteza y entre las
balas del enemigo, y quienes cometieron la temeridad de pasar al lado opuesto
del puente cayeron al río.
María Andrea Parado de
Bellido
Una insigne mujer que estuvo vinculada estrechamente con las guerrillas de
Cayetano, fue doña María Andrea Parado de Bellido; nació en el año 1777 en Huamanga. María Parado apoyaba la causa de la independencia del Perú y supo
infundir en sus hijos el amor a la Patria. La señora Bellido trabajaba como
receptora de correos en el distrito de Huamanga; por esta época, su esposo y su
hijo se alistaron en el ejército libertador, con los montoneros de Quirós. María Parado de Bellido averiguaba por
diferentes medios los planes y movimientos realistas para comunicárselos a su
esposo, y para que éste a su vez alerte a los patriotas ante cualquier peligro.
En estas circunstancias se enteró que el feroz Coronel Carratalá había
preparado una emboscada a los montoneros de Quirós, ya que éstos habían
ocasionado innumerables bajas a las tropas coloniales, razón por la cual estaba
decidido a exterminarlos. Con este motivo, María
Parado de Bellido, dirigió una carta a su esposo el cual desbarató los
planes de Carratalá. Los realistas saquearon el pueblo de Huamanga, esparciendo
el terror. En el mes de mayo de 1822 los realistas rodearon la casa de María tomándola
prisionera. A ella se le hizo un interrogatorio para que confesara detalles de los
planes de los patriotas, pero eso fue inútil, prefirió callar y morir fusilada.
Juana Azurduy (1821)
Juana Azurduy es la máxima heroína de la Independencia Americana y su vida un verdadero
ejemplo de entrega a la revolución y a la lucha por la libertad de sus
semejantes. El Alto Perú era el corazón del sistema colonial español y del genocidio
indígena. Allí los indígenas enviados al socavón del Potosí eran despedidos
para nunca más volver. Morían a los veinte años de edad con los pulmones
perforados, a los dos años de llegar a la bocamina. Allí todas las injusticias eran realizadas en nombre del rey de España.
Los azotes -las arrobas- eran el trato habitual para el indígena. Juana, una
hermosa mujer de familia criolla, habría podido tener una vida acomodada de
mujer casada. En lugar de ello prefirió el combate sin cuartel por la libertad.
En esa lucha perdió de la manera más cruel a sus cuatro hijos pequeños,
destruidos por el hambre, las penurias y el paludismo. Vio la cabeza de su esposo
-el héroe Padilla- clavada en una pica carcomida por los gusanos. Juana, combatió
embarazada de su quinta hija. Cuando quedó viuda y con su única hija, se unió
en la defensa del Norte, bajo el servicio de Martín Miguel de Güemes. Tras la muerte del caudillo, sin más
combate, quedó carente de recursos para volver a su patria.
Su vida transcurrió en Salta reclamando inútilmente a Bolivia sus bienes
confiscados. Recién en 1825, el gobierno salteño le otorgó dinero para su
regreso.
Murió a los 82 años, olvidada y en la mayor pobreza. Se la enterró en una
fosa común sin los honores ni las glorias que su accionar y compromiso por la
patria merecía.
Así pues, a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, la intervención femenina se
manifestó en todos los estratos sociales, desde indígenas, pasando por negras,
mulatas, mestizas y hasta criollas de la alta sociedad, como las limeñas Brígida Silva, quien en 1809, junto con
familiares y amigos, conspiraron contra el gobierno virreinal, y doña Juana de Dios Manrique de Luna, que
colaboró estrechamente con José Olaya
en su labor de difundir la correspondencia entre patriotas.
Por último, hay que recordar a las
rabonas, mujeres que iban a la retaguardia de todos los ejércitos
transportando vasijas de agua para los moribundos y fuentes de comida para los
hambrientos.
Por esas arriesgadas acciones, San
Martín entregó la Orden del Sol del
Perú a 112 mujeres que habían destacado en delicadas actividades patrióticas.
Muchas mujeres de esta lista son heroínas olvidadas que tarde o temprano la historia, si
quiere seguir siendo ciencia, tendrá que rescatarlas para la memoria colectiva,
no solo de la América sino de la humanidad.
Sostiene la historiadora estadounidense nacida en Austria, Gerda Lerner, que “hasta un pasado reciente los historiadores han sido varones y lo que
han registrado es lo que los varones han hecho, experimentado y considerado que
era importante lo han denominado historia y lo han declarado universal. Lo que
las mujeres han hecho y experimentado no ha sido escrito, ha quedado olvidado y
se ha hecho caso omiso a su interpretación”.
Debemos aprovechar nuestro Bicentenario para reescribir la historia y darles a
estas valerosas mujeres el sitial que merecen en la historiografía peruana y
americana. Como los hombres, ellas merecen el calificativo “madres de la patria”.
Fuente: Este artículo fue publicado originalmente por Indymedia Colombia, el 12 de
marzo de 2007, en www.eldiariointernacional.com. Todos los derechos le pertenecen a su autor. Lo compartimos en esta página con un fin educativo y cultural.
Algunos datos adicionales fueron tomados de www.elperuano.pe
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