Este niño vivió terribles penurias durante toda su vida, no solo
fue obligado por los españoles a presenciar la atroz ejecución de sus padres y
hermano, sino también sufrió las peores vejaciones y torturas que haya podido
registrar la historia de la humanidad. Un libro revela los sorprendentes detalles de su biografía.
Estoy seguro que todos los peruanos recordamos
con ahínco la hazaña revolucionaria de José Gabriel Túpac Amaru y su esposa Micaela
Bastidas, quienes no solo sacrificaron sus vidas a causa de la libertad y
la independencia de los peruanos, sino también lo perdieron todo, sus
propiedades, su familia y su bienestar; todos los años los rememoramos y siempre los
tememos en nuestra memoria como si tales sucesos hubieran ocurrido recién hace
algunas semanas atrás. Pero ¿Quién se acuerda de Fernandito Túpac Amaru?, el
menor de los hijos de tan solo 10 años de la mencionada pareja que, aquel
infausto día, 18 de mayo de 178, fue
obligado por los españoles a presenciar la atroz ejecución de sus padres y su
hermano Hipólito, cuya sanguinaria y cruel ceremonia medieval martillaron su
memoria para toda la vida. Los poetas cuentan que aquella mañana este
inocente niño lanzó un grito que se escuchó en todos los rincones de América, y
que aun ahora, en la plaza del Cusco, cada amanecer, se escuchan los ecos de
ese bramido. Este niño vivió terribles penurias durante toda su vida. Así lo
revela un interesante libro del amauta José
Luis Ayala, que fue escrito basado en las cartas que escribió el propio Fernando Túpac Amaru Bastidas.
Más tarde, tras el
sacrificio de sus heroicos padres, fue condenado a un destierro en una prisión
de la lejana África. En 1784 los españoles procedieron a su expulsión del Perú
junto a su hermano Mariano, sus abuelos, sus tíos y primos, es decir, todos sus
familiares más cercanos. Cabe mencionar también, que todos ellos fueron traídos
del Cusco hasta Lima caminado sin zapatos durante 70 días para luego ser
encerrados en el Castillo Real Felipe, del Callao, donde estuvieron varios
meses en paupérrimas condiciones, luego
fueron embarcados con destino a Cádiz en un navío repleto de oro y plata,
riquezas seguramente extraídos por los nativos esclavizados en alguna mina como
el de Potosí.
Mientras todos ellos
fueron desterrados del Virreinato del Perú, en Lima quedaron recluidos algunos
hombres que fueron comprometidos con la rebelión de Túpac Amaru II en la capital. Dos de ellos fueron: el negociante Miguel Montiel y el clérigo Vicente Centeno, quienes perecieron un
año después como resultado del ensañamiento con el que fueron tratados.
Los tormentos que vivió el hijo menor de los Túpac Amaru, son descritos
como un verdadero calvario, cuya odisea puede ser
relatada solo por una avisada pluma como el de José Luis Ayala. Llegaron a Río de Janeiro luego de muchas
tribulaciones en el viaje, allí repararon el navío y luego atravesaron el
Océano Atlántico, y al llegar a las costas de Portugal el barco sufrió un
naufragio al atravesar el ojo de una tormenta.
Fernandito no sabía
nadar, pero sobrevivió gracias a la ayuda de uno de los oficiales del barco. Al llegar al puerto el muchacho se llenó de
astucia e informó a las autoridades que él había sido “ayudante de un oficial
ahogado”, de ese modo no lo tomaron
prisionero. El niño deambuló en las costas de Peniche, pero finalmente
decide entregarse a las autoridades españolas con la inocente creencia de que
quizás por ese hecho lo iban librar de las penas y los castigos, pero no fue
así.
Fernandito Túpac Amaru llegó a Cádiz cuando
tenía 15 años. Fue encerrado encadenado en las mazmorras de San Sebastián y
luego fue trasladado al de Santa Catalina, una lúgubre, húmeda y pestilente
prisión, ubicado en la punta de una casi-isla de esta ciudad. En esta prisión sobrevive a sus recuerdos,
seguramente también a las penas y a la nostalgia, y quien sabe a qué tormentos
más, porque era tratado peor que los esclavos negros con los que compartía la
prisión. Cuando cumplió los 17 años le escribió al Rey Carlos III, a quien le pide su liberación exponiéndole que su único delito era ser hijo de los Túpac
Amaru y que eso no era ningún pecado porque nadie escoge a la familia en el que
nace. Tiempo después de esta misiva fue trasladado no muy lejos de Madrid
para que pudiera estudiar en las escuelas Pías de Getafe y de Lavapiés. Allí el joven se esforzó con esmero en
formarse: aprendió gramática, latín, retorica, filosofía, dibujo y matemáticas.
Además, aprendió las artes de gobierno, luego de eso solicitó un trabajo como
administrador en Madrid, pero no se lo permitieron.
El largo encierro, toda una vida en prisión le produjo daños irreparables
en su salud. Finalmente es liberado, pero nunca pudo regresar al Perú.
(Ilustración: www.diariolaprimeraperu.com) |
El libro de José Luis Ayala Olazábal, titulado “Este cautiverio y agonía sin fin. Fernando Túpac Amaru Bastidas”, está escrito tomando como fuente principal información verídica, como las notas, los mensajes, las cartas, facturas, reclamos, recibos, etc., que fueron escritos por el propio Fernando Túpac Amaru, los cuales se encuentran en los registros españoles, en especial en el denominado Archivo General de Indias.
A continuación, podemos
leer un pequeño extracto:
Exmo señor:
La innata bondad de V.E. le hará comprender mi mucha indigencia y que por
eso é recibido los Santos Sacramentos.
Hace años se me niega la pensión por Real orden menos se me deja trabajar
en oficina para lo que fui preparado. É recurrido a la Tesorería Mayor y no
existe equidad en su criterio y menos se me atiende a las varias reclamaciones.
Con la salud quebrantada a causa de un injusto cautiverio sufrido desde los 13
años suplico humilde ordene se cumplan las leyes en España. Sin recursos para
alimentos y baños medicinales es imposible subsistir además con una vejez
prematura. A causa de muchas deudas acumuladas soy perseguido y demandado por
acreedores. Dios Todopoderoso sabe cómo pude soportar estoico 17 años enterrado
vivo en diversas mazmorras solo por el delito de haber nacido inocente y libre
para después ser convertido en este reino en una sombra que duele.
Madrid 2 de diciembre de 1798
B.L.P.de V. E. su más
Humilde y rendido criado.
Fernando Túpac Amaru Bastidas
El libro del Amauta, José Luis Ayala, pone ante nosotros el dolor de este niño peruano, Fernandito Túpac Amaru. |
El autor señala que, en
Getafe, Fernandito ya adolescente, llevó una vida martirizada, mal comido, mal
dormido, aislado, solo lo dejaban salir para ir a sus clases. Indica que el joven llegó a odiar las noches porque no
podía conciliar el sueño ya que le asaltaban los recuerdos de aquel cruel e
insano festín con el que los españoles se ensañaron con los cuerpos de sus
padres, recuerdos seguramente dolorosos que golpeaban su memoria en la
oscuridad una y otra vez como filudas lanzas, convirtiéndose en una agónica e
interminable pesadilla.
Los españoles intentaron
convencerlo para que tomara una vida eclesiástica y de ese modo olvide todo lo
relacionado con sus padres y sus orígenes andinos. Incluso fue presionado para
que aborreciera la gesta heroica y revolucionaria de su padre, pero nunca hizo
caso.
Lo más injusto y triste de todo esto es que este niño fue olvidado por
nuestra historiografía, su historia se perdió entre
la maraña de la gesta Tupacamarista, pero el libro de José Luis Ayala nos sirve para darle una mirada cercana y palpar el
dolor que pudo haber sentido este desafortunado niño peruano, cuyo castigo y tormento a un niño similar
no ha registrado la historia de la humanidad, como la crueldad de obligarlo a
presenciar la atroz ejecución de sus padres y hermano: el pequeño Fernandito
tuvo que ver como los españoles descuartizaban con cuatro caballos a su padre,
como ejecutaban al garrote a su madre y como ahorcaban a su hermano. Este
era el feroz Protocolo Borbónico, que en la época fue establecido para crímenes
que los hispanos consideraban de Lesa Majestad.
Fernandito tuvo que ver como los españoles descuartizaban con cuatro caballos a su padre y como ejecutaban al garrote a su madre. |
Estos recuerdos
tormentosos persiguieron como implacables fieras a Fernandito, en todas partes
y en todo momento, y al final acabó con su propia vida, porque a consecuencia
de todo esto en sus últimos años se sumergió en una “profunda depresión y tristeza”, como certificó el médico a su
muerte. Todos estos pasajes aparecen registrados con una prosa clara en el
libro de José Luis Ayala, el autor
ha logrado reconstruir detalladamente la vida cotidiana de este niño mártir,
quien tenía mucho interés por el estudio, por el dibujo. Ayala hurga en diversos documentos de la época, nos traslada a lugares
en Madrid, en Cádiz, en Getafe, nos hace incursionar a las cárceles de Santa Catalina y de San
Sebastián, y nos hace palpar los lúgubres espacios donde discurrió la
atormentada vida de Fernandito.
Este libro está dedicado
y dirigido a las nuevas generaciones, para que los niños y jóvenes del Perú y
América de nuestro tiempo, sepan y comprendan el costo que ha tenido la libertad
y la independencia del yugo español. Para que nunca olviden que José Gabriel Túpac Amaru encabezó la
primera gran rebelión con la intención de expulsar a los hispanos de nuestras
tierras y cuyo levantamiento remeció los cimientos del Virreinato del Perú, de
la Plata, la Capitanía de Quito y el resto de América. Desde aquel entonces solo pasaron unas cuantas décadas para lograr
expulsar finalmente a los españoles, y cuando logramos este proceso de
consolidar la independencia, para
Fernandito, si aún hubiera estado vivo para entonces, pudo haber sido un
aliciente para su tan atormentada vida, una luz en la penumbra, una esperanza,
el sueño de sus padres hecho realidad.
Los gestores de la
independencia en Sudamérica tenían conocimiento de su existencia, se enteraron
que había estado prisionero en Cádiz y luego en Getafe, y que él era el último
de los Túpac Amaru que aún quedaba con vida y que pertenecía al linaje de los Incas. Es por esta razón que
personalidades como Francisco de Miranda
proponían el restablecimiento de una monarquía Inca. Cabe la probabilidad
también que José de San Martin, Bernardo O´Higgins y Carlos Alvear, quienes en su juventud estuvieron en Cádiz, sabían de la existencia del joven Túpac Amaru.
Fernando Túpac Amaru Bastidas, el único sobreviviente
del linaje del ultimo inca de Vilcabamba, falleció
el 19 de agosto de 1799, tan solo a los treinta y un años de edad, 19 años
después de la rebelión que gestaron sus padres. Al morir el joven tenía conocimiento
de que uno de sus tíos, Juan Bautista
Túpac Amaru, se hallaba detenido en Ceuta, quien quince años más tarde
lograría regresar a Buenos Aires y se convertiría en uno de los personajes
referentes del proceso de independencia de las Provincias Unidas del Sur.
En sus memorias Juan
Bautista habla con cariño de su sobrino, detalla cómo fue encarcelado en Cusco
y como fue desterrado a España y de los estudios que allí se empeñó en
realizar.
Es muy probable que los
últimos días de Fernandito hayan sido muy difíciles, quizás en su lecho de
muerte recordaba su niñez en Pampamarca, en Tinta, en Checacupe, junto a sus
hermanos Hipólito y Mariano. Es muy
probable también que en su juventud haya soñado con tener familia, una novia,
una mujer, y con tener hijos, pero desgraciadamente a Fernandito los españoles
le hicieron una castración para que no pudiera tener descendencia, señala José Luis Ayala. Todos estos detalles
jamás contados por nuestra historiografía nacional salen a la luz en el libro “Este cautiverio y agonía sin fin. Fernando
Túpac Amaru Bastidas”, cuyo texto nos conmueve y nos hace preguntarnos: ¿Es
posible tanta insania y crueldad con un indefenso niño?
A veces nuestra memoria
es frágil y olvida, o no logramos entender a plenitud lo complejo y lo difícil
que fueron todas esas primeras luchas por lograr la independencia del Perú a
principios del Siglo XVIII, y que el momento estelar de las mismas fue la magna
rebelión de Túpac Amaru en 1780, y
que existieron hombres, mujeres y hasta niños
como Fernandito que ofrendaron sus vidas, dejaron sus privilegios, su comodidad
a causa de la libertad. No vivamos de espaldas a nuestra historia, y darle
un justo reconocimiento a este mártir sería repatriar sus restos olvidados para
que toda nuestra nación pueda recibirlo con los honores que corresponde por
ser el último de los Túpac Amaru, póstumo descendiente de los dignatarios Incas.
Fuentes consultadas: www.librosperuanos.com | www.larepublica.pe
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que mencionamos en este artículo en línea AQUÍ.
Artículos referenciales:
Fernandito Túpac Amaru: La historia olvidada del niño mártir
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